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miércoles, 12 de agosto de 2009

Sobre la Vida y la Muerte

El tiempo pasa tan rápido, que a veces no nos damos cuenta de todo lo hermoso que nos rodea. Por estar envueltos en la rutina, a veces no captamos los "meta mensajes" que nos envían las personas, los amigos, que a veces no tienen el valor de contarnos la verdad, por miedo, por verguenza, o simplemente, porque piensan que eso llegará de una vez.

El sábado murió una persona a quien le tenía mucho aprecio y respeto. Lo conocí cuando yo apenas entraba a la adolescencia. Aunque no lo veía a menudo, tenía que visitar su consultorio por lo menos dos veces al año. Era un profesional ejemplar, o como se dice en dominicano: "un verdugo, un matatán!." Pero a pesar de ser uno de los mejores de su rama, era una persona sencilla, con los pies en la tierra, y un gran sentido del humor y que disfrutaba al máximo su profesión. Nunca olvidaré la sonrisa que le brindaba a sus pacientes, cuando entraban y salían de su consultorio. A pesar de tener miles de pacientes, sabía cuáles eran mis pasos, primero en el bachillerato, luego en la universidad y luego en mi carrera. Ahora que ya no está, sólo recuerdo cómo me recibía cuando llegaba a mi cita..."¿Que me dice mi reportera favorita?." Me duele pensar que hace a penas unos meses que lo ví por última vez, y que hoy ya no está con nosotros. Sin embargo, me consuela pensar que está en el cielo, que ya no sufre, que está en paz al lado de Dios y todos los ángeles.

Lo mismo digo de mis queridos Abuelo Fello y Abuela Estela, que se fueron hace más de una década, y dejaron un profundo vacío en nuestras vidas. A cada momento pienso, ¿cómo se sentirían al saber que soy periodista? Estarían orgullosos de mi? A veces, me imagino que no se han ido, sobre todo, cuando escucho una canción, un nuevo artista, una opera... Con la música, siento que mi abuelo Fello todavía está conmigo, disfrutando cada nota, cada estrofa de una canción... cantando conmigo.

Pero hoy, tengo miedo de perder a otro ser querido. Aunque sé que ya ha vivido mucho y que su media naranja se fue al cielo, me duele pensar que tampoco estará con nosotros. Gracias a Dios, tuve el chance de visitar a mi tío-abuelo en enero. Aunque fueron pocos días, me sentí tan bien de compartir con él, hablar sobre sus vivencias, mostrarle algunos de los artículos que he publicado. Me sorprendió mucho ver lo rápido que los leyó y lo contento que se puso. Su espíritu de batalla, y su sentido del humor, me ayudaron a ver la vida diferente. Sólo le pido a Dios que lo proteja, y que se haga su voluntad. Tio Luis, aunque no puedo estar contigo en estos momentos, me gustaría darte un abrazo y un masajito en la calva, como lo hago con mi papá, y como lo hacía de pequeña con mi abuelo. Te quiero muchísimo...

El tiempo vuela, la vida es muy frágil y se va volando en un instante. Por eso, hay que aprovechar cada segundo, y no dejar para después lo que nuestro corazón nos pide que hagamos hoy por nuestros seres queridos.